Solemos entender por interactiviadad la posibilidad de hacer clic en alguna parte y, con ello, elegir algo o de tener cierta capacidad de respuesta. De hecho, esta cuestión ha sido el centro del debate en la IV Jornada del e-book de la Feria del Libro de Valladolid, que cada año desde 2010 organiza Culturatic (la empresa en la que trabajo). Planteamos, este año, bajo el lema ‘Nacido digital’, cuáles son los requerimientos de productos editoriales dirigidos a niños y jóvenes (nativos digitales) cuando, además, esos productos no son digitalizaciones de libros ‘off’, sino contenidos nacidos para ser consumidos en un soporte digital.
He utilizado en la frase anterior intencionadamente términos como «producto editorial», «contenido» o «consumo» para remarcar hasta qué punto a veces cuando pensamos en ‘libros’ pensamos en ellos como objeto de consumo y, en el caso de los digitales, como objeto con el que se puede interactuar (pinchar y desplegar un contenido nuevo, pintar sobre un dibujo, hacer que un icono nos regale un sonido…) y no como puente.
No se nos ocurre pensar en ello como vía que nos permite otro nivel de interactividad: la que exige el conocimiento, el pensamiento, el arte… Interactividad entendida como «poner de nuestra parte» para que el contenido exista más allá de una mancha de tinta con forma de ‘a’ sobre un papel o un byte en una pantalla. Esa forma de interactividad ni siquiera exige un soporte físico, más allá de un código de comunicación.
Esa idea de interactividad, meridianamente expuesta en el mejor lugar posible, me dejó bastante fascinada el otro día (domingo, 5 de mayo), en el discurso de cierre de la 46ª Feria del Libro de Valladolid, ‘Lector, libro cultura’. Lo pronunció el homenajeado de este año, Manuel Carrión Gútiez, y os recomiendo su lectura íntegra porque es imposible resumir en un post la profundidad de reflexión que expresa. Eso sí, no me resisto a transcribir algunas frases de ese texto. Aquí van:
«Hay también el conocimiento, la manera de hacer propia la realidad o, dicho sencillamente, la realidad en cuanto participada y comunicable».
«Con el documento será posible la perpetuación del conocimiento. Pero hay una forma de documento que persigue algo más que la perpetuidad, busca su difusión».
«¿La cultura humana es, entonces, la cultura del libro? Digamos provisionalmenteque en buena parte, sí, si bien y a modo de ejemplo, los fundadores de las grandesreligiones, algunos creadores de escuelas perdurables e inventores de tecnologías quehan resistido milenios, sólo escribieron en la arena y en el viento. Y en la mente de susdiscípulos».
«No nos atrevemos a terminar de decir si se trata de una revolución [la del libro electrónico] o de la presencia en el camino de un adversario y de que, más al fondo, acecha el peligro de la hipertextualidad sin texto, de la interactividad sin autoridad crítica, del “big-bang” continuo del conocimiento. Por mi parte, trato de no dejarme engullir por el torrente de la locuacidad virtual. Ya pasará, devorado por sí mismo, y habrá que comenzar la reconstrucción».
«La explosión del conocimiento es sólo virtual hasta que se realiza en una inteligencia que se ilumina. […] El soneto de Antonio Machado ‘Caminaba por agria Serranía’ es ‘creado’ cada vez que es leído y ‘entendido’. Sintetizando: no hay libro sin lector y, a la hora de preguntarnos por el porvenir del libro (por ‘el fin de la cultura del libro’), debemos usar de discernimiento en la respuesta».
«Puede leerse mucho y no libros, pueden leerse libros para satisfacer una forma de concupiscencia y sin que aumente la cultura, la humanización».
«Ni toda la cultura es imagen, ni toda la cultura es palabra, ni toda la cultura es música, ni toda la cultura es juego, ni toda la cultura es sentimiento, ni toda la cultura es religión. Pensar, pues, que la obra de René Clair, de Charlot, de Fellini o de Woody Allen puede estorbar al libro; que la posibilidad de acercar por medio de un ordenador el mundo a la distancia y en la medida que deseemos, son ganas de pelearse con la propia sombra».
«En el libro el editor busca poder y ganancia; el escritor, fama y lucro; el librero, renombre, hacer amigos y negocio; el político, adoctrinamiento y prestación de favores; el poeta, silo es de verdad, nada».
«En realidad siempre han sido muchos más los que han seguido a los lectores que los lectores mismos».
«No todo lo amenazado morirá».
Moraleja aplicada al Periodismo: al antaño noble arte de informar no lo ponen en peligro los nuevos formatos, ni las crisis económicas, ni el descenso de lectores. Lo que de verdad lo amenaza es que el periódico (en cualquier formato) se enfrente a una masa amorfa incapaz de procesar el mensaje. Y en esa base está una educación para crear ciudadanos en vez de… ovejitas sumisas (ya se sabe que oveja que mucho bala, bocao pierde).