Mi primera incursión en ChatGPT fue en una sobremesa con varios amigos de los más variopintos perfiles profesionales. Era una jornada en el modo español habitual cuando se juntan varias parejas para cocinar y comer en una de las casas, ya saben. O sea, cervecita/verdejo/vermú/frizzante (según cada cual) con el aperitivo, y vino con la comida. Como somos de Castilla y León, generalmente nos regamos con tintos de Ribera o Toro y con ‘Mencías’ del Bierzo.
Tras la comida, entre el café y el patxarán, mientras tratábamos de ponérselo difícil a la aplicación, se me ocurrió una maldad, un auténtico reto para esta IA, presuntamente un chatbot, con la que estábamos jugando a ver de qué era capaz. «Inma, dile que me diseñe una dieta». Y, ¡tachán!, ahí estaba.
Por el momento, no parecía muy inteligente. Era una dieta de carrilón. «No, pero una dieta con la que se pueda tomar cerveza». Y, ¡zas!, dieta con cerveza. Sin alcohol.
«A ver, ChatGPT, ¿qué parte de dieta «con cerveza» no has entendido?».
Al final lo hizo. A costa de quitar de otras cosas importantes. Al parecer, la IA quería convertirme en drunkoréxica. O alcohoréxica, vaya. ¿Es que no hay superalimentos capaces de suplir a otros para compensar que se pueda tomar cerveza, e incluso vinito, con una dieta? En esa tesitura, desistimos de pedirle que nos recomendara riberas, toros y bierzos para futuras comidas con las que maridar manjares como el pulpo a la feria un poco picante que se acababa de marcar Jose. Seguro que ni en sueños se le hubiera ocurrido a la AI añadirle cayena a la receta tradicional.
Parece que por ahora los dietistas y nutricionistas no son uno de los colectivos que corren peligro con la inteligencia artificial. Ni los buenos cocineros.
Bromas aparte
La principal preocupación, en mi caso, llega con las opciones de crear contenidos por parte de mis alumnos de Periodismo con este software. Yo misma les animo a que usen IA para crear imágenes sin problemas de copy con las que acompañar sus entradas, siempre que lo que necesiten sea más una imagen ilustrativa que una informativa. Evidentemente, no para crear desinformación con imágenes engañosas, que también es posible, como demostró El Mundo hace tres días.
Creo que en la IA hay un futuro muy prometedor para que los robots hagan el trabajo de carrilón mientras los periodistas se dedican a lo importante: investigar y ofrecer información de alta calidad. O, lo que es lo mismo, que el ChatGPT me diseñe rápidamente una dieta de 1700 Kcal mientras dietistas y nutricionistas investigan cómo una receta de 100 gramos de espaguetis pueden aportarme el triple de proteínas sin incrementar su poder calórico, y así poder sustituir el segundo plato por una cerveza fresquita cuando caiga la tarde.
Pero no puedo comprobar si mis alumnos están en la senda de hacer periodismo si ni siquiera puedo saber si han escrito ellos la información, si han consultado fuentes, si han procesado datos… ¿Cómo comprobar si un estudiante ha hecho su propio TFG, que es el trabajo que pone la guinda de su aprovechamiento global de cuatro años de carrera?
A las webs que anuncian sin tapujos que te ayudarán a comentar fraude y harán por ti el TFG, el TFM y hasta la tesis doctoral (y que no pienso enlazar porque no entiendo que no sean ilegales), se une ahora una IA capaz de hacer el trabajo que se supone que has venido a aprender a hacer a la facultad.
Por fin, ayer decidí hacer una prueba un poco más seria (pero no menos importante que la de la dieta). Después de ver cómo ChatGPT le hacía la pelota a mi santo diciéndole lo excelente articulista que es, tras pedirle que analizara sus artículos de opinión, pensé en que yo quería lo mismo. A ver cómo era capaz de halagarme un bot. Y allá que fui: «Analiza la producción científica de Estrella Alonso del Barrio», le dije.
El robot no encuentra mis artículos
Lo primero que me vino a decir la IA, aunque muy cortésmente, es que quién era yo. Que no me encontraba. Yo creo que una búsqueda sencilla en Google le hubiera bastado para recopilar datos, salvo que busques en la Wikipedia, que ahí no vas a encontrar nada sobre mí.
Con esa misma pregunta, «producción científica de Estrella Alonso del Barrio», Google devuelve, en las cuatro primeras posiciones, mi filiación a la Universidad de Valladolid, mi perfil académico en Dialnet, mi perfil profesional en Linkedin y uno de mis últimos papers publicados, en este caso en Estudios sobre el Mensaje Periodístico.
Es decir, mis dos caras laborales (periodística y docente) y lo más completo que se puede saber sobre mí en cuanto a investigación, recogido en Dialnet; y, además, un ejemplo práctico de una revista concreta.
- Resultado parcial de análisis (1): por lo visto, de la capacidad de búsqueda de fuentes de ChatGPT no se puede uno fiar mucho.
El siguiente paso fue especificarle a ChatGPT de dónde tenía que sacar la información: Dialnet. Proporciona enlaces no solo a los papers publicados, sino también a repositorios y redes con resúmenes tanto de los trabajos como de mi propio perfil. Amén de especificar, de entrada, que mi área de conocimiento es el periodismo. Repito: periodismo.
Bueno, pues según el robot investigo en Educación y Pedagogía. Repito: Educación y Pedagogía. Aquí transcribo la respuesta completa:
Gracias por proporcionar el enlace a la página de Dialnet de Estrella Alonso del Barrio. A partir de esta información, puedo decir que Estrella Alonso del Barrio tiene una producción científica en el campo de la Educación y la Pedagogía.
ChatGPT
A partir de la página de Dialnet, veo que Estrella Alonso del Barrio ha publicado varios artículos y capítulos de libros en revistas y editoriales reconocidas. Sus publicaciones se centran en temas como la educación infantil, la educación intercultural y la educación inclusiva.
Algunos de sus artículos más recientes incluyen «Educación para la Paz y la Convivencia en Educación Infantil«, publicado en la Revista Iberoamericana de Educación, y «Aprendizaje servicio y educación para la ciudadanía global: Una propuesta de trabajo en el ámbito universitario«, publicado en la revista Revista de Investigación en Educación.
En general, su producción científica parece ser consistente y enfocada en temas importantes y relevantes en el campo de la educación y la pedagogía.
Desconozco quiénes son los autores de los trabajos que cita ChatGPT como míos, y que he resaltado en rojo en la cita del párrafo anterior, y pido disculpas a sus autores en nombre de la inteligencia natural (y de la propiedad intelectual) por adjudicármelos la inteligencia artificial.
- Resultado parcial de análisis (2): ChatGPT no solo no sabe buscar, sino que cuando le das la fuente, tampoco sabe leer.
Tras esta mínima experiencia, creo que si yo fuera estudiante me lo pensaría dos veces antes de usar ChatGPT para hacer cualquier tipo de trabajo, incluso dándole las fuentes. De todas formas, me quedan muchas dudas por resolver, así que no descarto seguir jugueteando a ver qué ocurre.