Como ya he comentado en post más antiguos, estoy firmemente convencida de que las tabletas (u otros dispositivos electrónicos similares) sustituirán al papel en la producción editorial. Al menos, tal y como lo conocemos hoy en día. Otra cosa es que determinados productos editoriales (libros o prensa) sobrevivan como ediciones especiales o artículos de lujo o para fetichistas del objeto (entre los que, por cierto, me encuentro).
Pero dicho esto, reconocido públicamente que compro libros que me leí hace tiempo solo por tenerlos, que mataría por un manuscrito miniado, que guardo hemeroteca y que me produce un gran placer leer el periódico tomando un café, vamos a tomar distancia y a analizar algunos factores que nos pueden cambiar la perspectiva desde el romanticismo (lo que nos gustaría que sucediese) a la realidad (las historias de amor terminan; incluso la que tenemos con el café y el periódico de cada día).
Receptor
Dos detalles clave respecto a las personas para las que las empresas de contenidos (incluida la prensa) harán sus productos.
Por un lado, son personas que disponen de dispositivos móviles de lectura. Según el informe de Fuze Box que recoge Comunidad Movistar, uno de cada cinco ciudadanos dispondrá de unta tablet en EEUU en 2014 (ya sabemos que EEUU actúa de avanzadilla). Además, se empieza a generalizar su uso como herramienta de trabajo y acceso a la información en detrimento de su vertiente lúdica. Los datos de IDC del aumento en las ventas van en este mismo sentido.
Por otro, son nativos digitales. Es decir, las generaciones acostumbradas a leer en papel se están muriendo (literalmente). Cada vez se venden menos periódicos impresos. Y los datos de cómo los lectores más jóvenes lo hacen en cualquier soporte son bastante halagüeños. Un vistazo al informe de 2012 del observatorio de Ministerio de Cultura permite ser optimista.
Es decir, en poco tiempo, la gran mayoría leerá por costumbre, comodidad o preferencia en soportes móviles. O, cuando menos, indistintamente en cualquier soporte. Pero como siempre quedarán nostálgicos del papel o frikis que prefieran escuchar discos en vinilo en la era del MP3, veamos en el siguiente epígrafe si a la empresa informativa le va a compensar producir en soporte papel para ellos.
Emisor
Con la edición para soportes electrónicos la empresa informativa se ahorra una cantidad ingente de recursos. Pensemos en 2: edición y distribución.
Editar un periódico cuesta un dineral. Papel, tinta y planchas offset que suponen un gasto fijo importante. Lo explica muy bien el documento ‘Preguntas para la visita de un periódico’
«Con el papel que se necesita para una edición dominical de LA NACION [de Argentina], podría tenderse una alfombra de un metro y medio de ancho por más de 1500 kilómetros de largo. Pero además de papel, hace falta tinta. Alrededor de 35.000 kilos de tinta negra y 15.000 de tinta color se consumen por mes. También se utilizan mensualmente más de 30.000 planchas offset».
O, en números, una tonelada de papel importado en España ronda los 600€. Según el Libro Blanco de la Prensa Diaria que edita AEDE, en 2011 el precio era de 530€ la tonelada. Pesen su periódico del domingo y hagan cuentas. La Nación necesita 3.000 Toneladas de papel el mes (a un precio de 680 dólares la tonelada, 4.040.000 dólares al mes en papel). Para imprimir El Clarín, por ejemplo, diario de mayor tirada de Argentina, hacen falta 55.000 Tm de papel al año. Hagan cuentas.
Distribuirlo cuesta otro ‘pastizal’. En el mismo documento citado antes, el que explica los pormenores del proceso de elaboración de La Nación, se explica también lo que cuesta hacer que llegue a las manos del lector:
«Los envíos al interior cubren todo el país [Argentina]. Para ello intervienen diariamente 22.000 personas y más de 12.000 kioscos; son recorridos en el interior 40.000 km. de rutas, además de vuelos especiales y vuelos comerciales, llegando así a más de 700 localidades».
Traducido a dinero, distribuir un diario supone el 36 por ciento de su precio de venta y la cantidad se eleva al 40 por ciento en el caso de las revistas. Así lo refleja la tesis doctoral de Carlos Díaz Güell, ‘La distribución de prensa en España‘, en la página 224. Un poco antes (en la 223) asegura que el margen para los puntos de venta es del 20 por ciento. Y la cosa no ha debido de cambiar mucho desde entonces a tenor del post de 233 Grados (2009) ‘Los quiosqueros denuncian su indefensión frente a editores y distribuidores‘.
Ingresos
¿De dónde vienen los ingresos del periódico? ¿De su venta? Es evidente que no. El comprador de diario, con el euro y poco que paga por un ejemplar impreso apenas abona el soporte (el papel y cómo llega a sus manos), y mucho menos lo que cuesta llenarlo de contenidos.
Los ingresos vienen de la publicidad, que en ediciones para tabletas no solo funciona igual que en papel en cuanto a la contratación de espacios y visualización (nótese que la lectura es similar a la del ejemplar, con un recorrido por sus páginas), sino que ofrece opciones de interactividad absolutamente inéditas en el soporte impreso.
Si X lectores ven el diario en un iPad, por ejemplo, ¿qué impide poner ese mismo anuncio ahí? En este caso, sí es sustitutivo. No le estamos pidiendo al anunciante que duplique esfuerzos (papel + edición digital) o que elija, sino que el único sitio posible para poner el anuncio es éste.
Es el momento
A estas alturas, y al hilo del párrafo anterior, se podría decir que la misma regla de tres puede aplicarse a cabeceras ‘pure player’. A ciberperiódicos que, nacidos digitales, cuentan con X lectores y solo es posible colgar el banner en ese soporte.
Solo que hay sustanciales diferencias:
El momento: los digitales han tratado de sobrevivir en un momento en el que los impresos aún eran (son) soporte predilecto de los anunciantes, aunque cada vez menos. Que, por otro lado, cuando se planteaban sacar su anuncio de una página impresa (o cualquier otro formato tradicional, como cuñas, spots, vallas…) debía elegir no solo entre los banners de los digitales, sino entre otras muchas propuestas fuera de los propios medios. Es decir, al mismo pastel le salieron muchos más comensales.
El lugar: las empresas periodísticas (y muchas otras productoras de contenidos) han llegado a Internet intentando convencer a quienes ya estaban allí compartiendo conocimientos de forma gratuita de que sus contenidos tenían un precio. Que nadie dice que no lo tengan, ojo. Pero o los vendes en otro sitio o son tan buenos que querré comprarlos donde hay abundante oferta gratuita. En la era de la información, nadie paga por productos mediocres en Internet. Y es un gusto ver que apoya esta idea, fruto del sentido común, el estudio del profesor de la Universidad de Navarra Alfonso Vara Miguel que refleja la nota de prensa resumen del Libro Blanco de la Prnesa Diaria 2013 (pág. 4).
Y, al fin, el producto
Efectivamente, el qué importa. Y en la actualidad la mayor parte de los periódicos que se venden para tabletas (Kiosco y + u Orbyt en España, por ejemplo) son meros PDF de las ediciones de papel con algún mínimo cambio. Es decir, parece que los medios están empezando a cometer los mismos errores que en la recta final del siglo XX, cuando se limitaron a volcar contenidos en sus ediciones digitales.
Pero, a la vez, surgen iniciativas mediante apps específicas. Nada tiene que ver la Muy Interesante que se puede comprar en Kiosko y + (el PDF de la revista mensual) con la adaptada que se posible descargarse en el iPad.
Y ese camino es el que creo que tomarán también los diarios cuando la mayor parte de sus lectores cuenten con una tableta. Y más aún teniendo en cuenta que bajarse el periódico en la tablet supone un ahorro que permite comprar má de un periódico diario sin salir de la plataforma.
En ese momento, a las propias empresas informativas no le merecerá la pena tirar y distribuir en papel. Y si no, atención al titular de ALT1040: ‘Imprimir el NYT cuesta el doble que enviarle y Kindle gratis a todos sus suscriptores‘.
El papel no morirá por absoluta falta de demanda de los lectores, sino por ‘imposición’ de los propios periódicos. ¿Para contratar cuánto equipo multimedia da ahorrarse 0,53 euros por cada kilo de gasto de papel? ¿Cuántos dividendos pueden repartirse los editores con ese ahorro? ¿Cómo contribuye ese ahorro a paliar el desbarajuste de la caída publicitaria de los últimos años?